sábado, 12 de noviembre de 2011

De la niñez, la prostitución y otros

18 de febrero de 2011


El reflejo de una sociedad es la forma en la que trata a sus niños. ¿Cómo es, entonces, la sociedad guatemalteca? ¿Qué tan oscura es su realidad? ¿Qué tan profundos son sus vacíos?

Los niños y niñas de los sectores marginados de Guatemala son agredidos diariamente de diferentes formas con abusos, maltrato y violencia. Estos niños son víctimas de la violencia intrafamiliar, la pobreza, la desintegración, el trabajo infantil, la marginación, la desigualdad de derechos, la delincuencia, la educación deficiente, la prostitución e innumerables injusticias.

La violencia intrafamiliar representa uno de los 70 problemas revelados en el mapa de conflictividad social de Guatemala, que realiza la PDH (Procuraduría de los Derechos Humanos). El maltrato y abuso en el hogar, dirigidos mayoritariamente hacia la mujer y a los niños, son problemas que afectan al individuo, la familia, la comunidad y la sociedad en la que esto se desenvuelve, impidiendo y dificultando el desarrollo integral del país. En la región de América Latina y el Caribe, no menos de 6 millones de niñas, niños y adolescentes son objeto de agresiones físicas y emocionales severas, y 80 mil mueren cada año por la violencia que se desata en el interior del núcleo familiar. Cualquier niño, sin discriminación de edad, sexo o condición socioeconómica debe ser protegido y no víctima del maltrato infantil en cualquiera de sus formas.

Cada vez más, las familias se desintegran, y esta desintegración constituye también una de las razones por las cuales los niños son abusados física y psicológicamente, privándose así su desarrollo y crecimiento personal.

La cultura y tradición de Guatemala también influye en la concepción que se tiene sobre el maltrato infantil. Las formas de crianza en nuestros antepasados nos demuestran que cosas que se hacen o solían hacer nos parecen naturales, aunque sean negativas. El maltrato de los niños y mujeres en nuestra sociedad es parte de la cultura, la cual está hecha de rutinas y prácticas cotidianas que son percibidas como “normales” en un ambiente de machismo y violencia. Únicamente cambiando desde la vida cotidiana estas prácticas, la situación de los niños y mujeres podrá cambiar.

En Guatemala, de un total de 698 casos de maltrato registrados en los hospitales generales San Juan de Dios, Roosevelt e IGGS, el 47% corresponde a maltratos físicos, un 36% a abandono y un 17% a abuso sexual. Estos registros no representan concretamente la situación, ya que la mayoría de casos de maltrato no son denunciados, pero si son indicativos de la gravedad de la situación.

En adición, los niños de los sectores marginados de la sociedad guatemalteca son víctimas de la pobreza que se da en la mayoría del territorio de nuestro país. Nuestra sociedad se ve involucrada en la pobreza tanto en lo educativo, económico, social y ambiental, y existe una exclusión, inequidad y vulnerabilidad en muchos lugares de la ciudad capital y las áreas rurales.

En Guatemala, el 65% de los niños menores de 5 años viven en una situación de pobreza. Esta es una problemática que abarca una serie de dimensiones que hacen difícil definirla por completo, pero representa la privación del bienestar, la inaccesibilidad y la falta de oportunidades para alcanzar la prosperidad de los niños. El 27% de la población sobrevive diariamente con menos de un dólar; este indicador refleja una penosa realidad cotidiana, caracterizada por la pobreza, el hambre, las privaciones y las enfermedades. La pobreza está fuertemente ligada con la salud deficiente, ya que en Guatemala la cobertura de servicios públicos de salud es escasa.

En realidad, Guatemala es el caso más terrible de Centroamérica, donde sólo el 34% de la población tiene acceso a los servicios de salud. Por esta razón, se tiene una alta tasa de mortalidad en menores de 5 años: 92  de cada 1000 niños mueren antes de cumplirlos. En los sectores marginados de la población, el porcentaje de mujeres que  se vacunan en contra de enfermedades al estar embarazadas es muy bajo, con un 35%. Esto evidencia que desde antes de nacer, los niños no reciben un servicio de salud e higiene correctos y a lo largo de su vida, el 85% de ellos presentan algún grado de desnutrición.

La educación pública es la única a la que tiene acceso el sector pobre, pero esta es altamente deficiente en todo el país. Además, del total de niños y niñas que están aptos para ir a la escuela, muchos se ven obligados a privarse de este derecho o lo gozan de forma mínima, debido a la lejanía entre sus viviendas y los centros educativos, las migraciones familiares, el trabajo infantil y la pobreza extrema. En Guatemala, de cada 10 niños, 7 no tienen acceso a la educación entre los 4 y 6 años de edad. De 7 a 14 años se tiene una cobertura educativa de 60% y de 15 a 18 años, una cobertura de únicamente 20%.

No es sólo la educación de los niños la que causa preocupación, sino también la de los padres y madres de familia. La escolaridad promedio de los responsables del hogar es de 3.8 años aprobados, lo cual quiere decir que no llegan al cuarto grado de primaria ni satisfacen la escolaridad obligatoria de acuerdo a la Constitución de la República.

La deficiente educación de los padres de familia se une a la grave situación de desempleo que hay en el país. Debido al grado bajo, y a veces nulo, de escolaridad, los padres no tienen oportunidad de desarrollarse laboralmente y ejercen trabajos por los que reciben un salario muy corto. Esto conlleva a que el progreso económico de las familias recaiga en los hombros de los niños. Cada año, alrededor de 450 mil niños y niñas entre 7 y 14 años, sufren problemas en su educación escolar porque están trabajando. Y con la privación casi total de su derecho de educación, la niñez trabajadora se enfrenta a una serie de riesgos como: el uso de herramientas cortantes y el contacto con substancias químicas dañinas, tal como los fertilizantes o la pólvora.

Y finalmente, una de las más crudas realidades de Guatemala es la prostitución. Debido a la fuerte situación de desempleo del país y a la cultura patriarcal y machista que aún existe en nuestra sociedad, el trabajo del sexo comercial se hace cada vez más latente. A muchas mujeres se les limita su movilidad y libertad cuando los traficantes de prostitutas y proxenetas les quitan sus documentos de identidad y las encierran para trabajar. Muchas prostitutas fueron iniciadas antes de los 15 años de edad, cuando difícilmente tenían los recursos para defenderse.

Sin embargo, muchas mujeres se desarrollan en el trabajo del sexo por necesidad. Al muchas veces ser abandonadas por sus familias y parejas, y dejadas solas, en ocasiones, con niños a su cargo, las mujeres que nunca han tenido oportunidad de educación y que han sido abusadas física, sexual y/o emocionalmente tienen que buscar la manera de ganarse la vida... "La vida fácil" dirían muchos. No es fácil ser puta. No es fácil vivir en una sociedad que te margina por ser mujer y ser pobre, que no da ni una oportunidad, que te asesina con el filo de sus prejuicios o te mata con sus miradas.

Existe también la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes, que es, sin duda, la más grave violación a sus derechos humanos. Es una forma de trabajo que implica una serie interminable de crímenes en contra de la dignidad de las personas que son víctimas de este. El traficante no es empleador sino explotador, y en Guatemala hay muchísimos criminales que lucran con las vida, cuerpo y sexualidad de muchas mujeres, niños y niñas.

Quienes laboran en el mundo de la prostitución, se ven amenazados diariamente con infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados, esterilizaciones forzadas, lesiones físicas, agresiones emocionales, femicidios, desapariciones, discriminación y negación del desarrollo personal, la libertad y la individualidad. Y las consecuencias que sufren las familias de estos trabajadores del sexo son irreparables.

Nuevamente, el ámbito familiar es un factor de riesgo que coloca en grave vulnerabilidad a los niños, niñas y adolescentes. Muchas familias son violentas, abusadoras y explotadoras en el hogar, poseen formas de crianza autoritarias y relaciones sexistas en donde se discrimina y maltrata a las niñas. Esto se da en un contexto de desprotección, pobreza y escasez de oportunidades educativas y laborales.

Podemos ver, entonces, que la prostitución en Guatemala no es sólo alarmante en mujeres, sino también en niños y niñas. Se estima que hay más de 2 mil niños y niñas que son explotados sexualmente en más de 600 centros de prostitución. Los departamentos de San Marcos, Escuintla, Alta Verapaz y la ciudad de Guatemala son los que presentan los más altos índices de prostitución infantil.

La prostitución se deriva de la violencia, como una forma de explotación a la mujer y un problema social significativo; y plantea que los sueños de libertad y equidad entre mujeres y hombres son inalcanzables mientras personas compren, vendan y exploten a mujeres, niñas  y niños prostituyéndoles. Los niños, niñas, adolescentes y mujeres prostituidos o que viven en un contexto de prostitución merecen atención y respeto, más que una exclusión y condena social.

Entonces... ¿Qué nos queda? ¿Cuál es nuestra obligación moral con el resto de seres humanos con quienes compartimos una tierra y una sociedad? ¿O es siquiera correcto decir que "compartimos una sociedad" cuando las grandes mayorías son marginadas, ignoradas y dejadas fuera de esta? ¿Qué podemos hacer aquellos pocos que hemos tenido la bendición y la suerte de nacer en un hogar diferente al de estas víctimas del mundo?

Pensar. Reflexionar y empezar a buscar formas para cambiar lo que está establecido.

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